Por María Suárez Toro, RIF 15/01/10
Los rostros de socorristas en las fotos que veo en los medios siguen siendo de mujeres, la primera línea de defensa y mitigación del desastre natural y social que vive Haití y que al fin, ha conmovido al mundo.
Las imágenes tienen rostro aunque no sepamos sus nombres. Ya ellas no las velo quietas. Mientras otros deambulan, ellas aparecen tapando rostros de los miles de muertos, recogiendo lo que se puede para alimentar a las ancianas y ancianos, niñas y niños que sobrevivieron, creando campamentos en cualquier claro de tierra o cemento que dejaran los escombros del terremoto. Y asistiendo con los primeros auxilios – a veces sólo con palabras cuando ven que es poco lo que se puede hacer ante la magnitud de las heridas y la ayuda que siempre llega tarde. Ellas no esperan - actúan - aunque se desesperen como todo el resto.
Sí, es cierto, no son solo ellas. Pero las resalto porque ellas son los rostros invisibles de la primera línea de mitigación, defensa y reconstrucción de la vida y la infraestructura. Cuando todavía no han llegado las brigadas de expertas y expertos en los diferentes tareas de mitigación, están ellas. Y aún cuando llegan las brigadas, siempre están ellas. Las que dan la información comunitaria porque fueron en centro de la vida comunitaria, las que brindan auxilio de todo tipo porque siempre han suplido lo que el estado ha abandonado o nunca cumplió: la educación, la salud, la atención a la vejez, la defensa ante la violencia de género, la del estado y la civil.
Ahora que no hay estado en Haiti porque todo se terminó de derrumbar, ellas probablemente hasta gobiernan en los campamentos y colectividades que se juntan en cualquier rincón de la capital. Ya las hemos visto y las hemos escuchado en algunos medios y reportajes. Están en todos lados, hacen de todo y lo realizan en cualquier momento, son expertas en eso.
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