De la memoria del horror a la dignificación
Fotografía : Silvia Posocco |
Por Lily Muñoz / Socióloga feminista
Antes
del 24 septiembre recién pasado, Sepur Zarco no significaba nada para
quienes acudimos ese día –y los siguientes- al Juzgado B de Mayor
Riesgo, donde 15 mujeres q’eqchi’es ofrecieron sus testimonios ante un
juez, como prueba anticipada de los crímenes sexuales que el ejército
cometió en contra de su humanidad, en el marco del conflicto armado
interno.
Luego
de escuchar los dramáticos testimonios de las 15 mujeres durante cuatro
días continuos, Sepur Zarco (un destacamento militar ubicado entre Alta
Verapaz e Izabal) se ha convertido casi en un ícono del horror, para las
personas que tuvimos el honor de presenciar ese hecho histórico que
-por cierto- ha sentado un precedente único en el mundo, pues nunca
antes un tribunal nacional había conocido este tipo de crímenes (abusos
sexuales, violaciones tumultuarias, esclavitud sexual, esterilización
forzada, entre otros) vinculados a la estrategia militar genocida
implementada en Guatemala, de manera más descarnada, en los primeros
años de la década de los ochenta.
Los testimonios fueron dibujando poco a poco el modus operandi que
permite arribar a la conclusión de que en efecto, la violencia sexual
que miembros del ejército guatemalteco ejercieron contra las mujeres en
Sepur Zarco, formaba parte de la estrategia militar y, en consecuencia,
es posible deducir responsabilidades a los autores materiales, así como a
los intelectuales, siguiendo la respectiva cadena de mando.
Un destacamento militar, un campo de concentración
Sepur
Zarco hoy, es un monumento al horror, tanto como Auschwitz, el campo de
concentración nazi que en 1979 fue declarado Patrimonio Cultural de la
Humanidad por la UNESCO, como símbolo de la crueldad humana, en el
que las evidencias de la tragedia [el holocausto] se mantienen para que
se recuerde a las víctimas y para que una catástrofe similar no vuelva a
ocurrir.”[1]
Sepur
Zarco guarda más semejanza con Ravensbrück, el mayor campo de
concentración nazi para mujeres, donde 132 mil personas –mujeres, niñas y
niños- fueron sometidas al trabajo esclavo y miles sufrieron violencia
sexual por parte de los soldados, pero poco se conoce. Este olvido histórico no es casual ni inocuo, como tampoco lo es el hecho de que en Guatemala por décadas enteras se haya olvidado hablar
de la violencia sexual como uno de los graves crímenes cometidos por el
ejército durante la época genocida, aun cuando se trata de un delito de
lesa humanidad. ¿Tendrá esto que ver con que las víctimas fueron
mujeres y además mayas?
Ravensbrück, el infierno de las mujeres, es una obra que recientemente se presentó en España. Los autores se refieren a ella como una
historia bastante reveladora de cómo siempre entre los olvidados, hay
alguien más olvidado todavía, y esto acostumbra a corresponder a una
cuestión de género.[2]
En el
caso de Guatemala es además una cuestión étnica. Por lo tanto, Sepur
Zarco y Ravensbrück son monumentos al horror, que visibilizan a las
mujeres sobrevivientes, como sujetas políticas profundamente
comprometidas con la disputa por la memoria histórica y con su propia
re-dignificación, es decir, con la recuperación de su dignidad, de la
cual habían sido despojadas durante 30 años, tanto por sus victimarios
como por la historia oficial. ¿Acaso no era suficiente con despojarlas
de sus compañeros de vida, hijas e hijos, tierras, casas, animales,
cultivos y de su tranquilidad cotidiana?
Sepur
Zarco y Ravensbrück son mudos testigos de las distintas estrategias que
las mujeres -entonces víctimas-, implementaron para sobrevivir, en medio
de situaciones límite, en las que la única meta asumible era la supervivencia diaria[3],
que poco a poco fue cristalizándose en su clara apuesta por la vida y
por la libertad, no obstante la aniquilación y la esclavitud simbólica y
material a la que se encontraban sujetas.
Importante decisión política: hablar
El
hecho de que las mujeres de Sepur Zarco hayan traspasado las barreras
del terror y roto el largo silencio impuesto socialmente en torno a la
violencia a la que fueron sometidas en aquel infausto 1982 –durante el
régimen de Ríos Montt-, hace que ese destacamento inicie el tránsito de
la memoria del horror a la memoria de la dignificación.
Este
hecho también hace que las protagonistas transiten de la condición de
sobrevivientes a la de sujetas políticas activas y actuantes en la lucha
por la memoria y por la transformación social, a partir de su decisión
política y simbólica de poner sobre la mesa un problema social que esta
sociedad todavía no ha sido capaz de reconocer, de discutir y de
resolver: la violencia sexual en tiempos de guerra y en tiempos de paz.
Sepur
Zarco es sólo el primer monumento al horror que ha sido develado por las
mujeres sobrevivientes a los crímenes sexuales cometidos por el
ejército en Guatemala, pero lamentablemente no es el único.
En la
medida en que más mujeres sobrevivientes se atrevan a romper el silencio
en distintos puntos del país, veremos aparecer con mayor claridad las geografías del terror[4] que
la época genocida construyó para las mujeres en este país. Entonces
tendremos que admitir que ese pasado está más presente que nunca y es
preciso conjurarlo a partir de la justicia judicial, social e histórica,
para que no tengamos más monumentos al horror, ¡nunca más!
Publicado en: La Cuerda. Miradas feministas de la realidad. No. 161, Año 14. Guatemala, noviembre 2012. Pág. 3.
[1] Microsoft Encarta, 2007.
[2] Armengou,
Montse y Ricard Bellis. (2008). Ravensbrück. El infierno de las
mujeres. Colección “El Ojo de la Historia”. España: Belacqua.
[3] Beteta
Martín, Yolanda. La feminidad normativa y la violencia sexual en el III
Reich. La deconstrucción de las identidades femeninas y la explotación
sexual de las mujeres en los campos de concentración y exterminio. Revista Electrónica de Historia El Futuro del Pasado, No. 3, Año 2012. En: www.elfuturodelpasado.com
[4] Oslender, Ulrich. (2010) Geografías del terror en Colombia. Geopolítica(s). Revista de Estudios sobre Espacio y Poder. Vol. 1, núm. 1, Año 2010. En: www.revistas.ucm.es
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