4 de marzo de 2013

Vamos caminando palante, palante, y al que no le guste que aguante que aguante


Caminata por la dignidad y la soberanía: Paso a paso
Por: Melissa Cardosa 


Los kilómetros quedan atrás y se van abriendo hacia delante, en el camino que lleva a Tegucigalpa.

El primero de marzo desde Siguatepeque, en un encuentro en el centro de la entrada a esta ciudad, un grupo de feministas detuvo el tráfico encabezado por rastras enormes, con una manta amarilla que dice: Pueblos con soberanía, mujeres con autonomía. Detrás de ellas se abrazaban en un saludo de hermandad, de complicidad, de alegría por compartir este proyecto de camino común, cientos de mujeres y hombres que se propusieron recorrer con sus pasos los territorios de esta Honduras, entregada casi por completo al capital transnacional y a sus avaros cómplices locales. 


Con más de ochenta años, un señor que se unió a la caminata del COPINH desde Jesús de Otoro, avanza. Si me paro, dice, me va a costar mucho continuar. Así que se detiene lo menos posible. Mire, que belleza este país en el que vivimos, qué lujo poderlo ver así, caminando, va comentando cuando la dureza del desarrollismo que ha hecho pedazos Honduras nos permite mirar el bosque de cerquita, oler los pinos, escuchar su rumor de hojas. 


Las carreteras son una representación clara del lugar que tienen las personas en este modo de vivir. Caminamos con miedo, marginales, en la orilla de las potentes vías construidas para el paso de los carros y camiones que son los amos del territorio. Las casas, la gente quedó alrededor del asfalto. Cerca de Comayagua se nota tanto que las comunidades y sus modos de vida quedaron truncados por estos monstruos que levantan muros de contención que son difíciles de cruzar, otra vez en nombre de la seguridad. Las mujeres, las niñas y los niños, rodean estas moles de ruido y contaminación. Tienen miedo para cruzar, corren sobre el asfalto,  pero lo tienen que hacer, del otro lado está la escuela, la casa de amigas, la de los abuelos. Malditas autopistas. 


La caminata por la dignidad y la soberanía Paso a Paso, se fortalece. Se incorporan caminantes,  y aquellas personas que resisten desde el inicio han crecido en capacidad caminadora, en reflexión, en conciencia, en articulación. Todos los problemas que se manifiestan en los movimientos sociales son vividos en pequeña y suficiente escala. Un proyecto como éste requiere no sólo harta organización y logística, sino una capacidad importante para dialogar, entender, respetar, discutir. 


Una problemática evidente tiene que ver con los ritmos, la gente que camina más rápido quiere ir más rápido y se desespera; las que caminan despacio y se cansan luego  también se desesperan. ¡hay que esperar a los que vienen atrás¡ ¡Hay que mandarlos en carro porque no vamos a llegar¡ ¡esos de adelante parece que tienen tierno, porqué corren¡ Hay metas que cumplir, pero hay ritmos distintos. Acaso no es así en los proyectos de mundo que queremos. Se necesita mucha palabra, voluntad, apertura de mente y corazón y hasta cariño para si una no entiende por lo menos hacer el esfuerzo. 


Venir asoleada, tener hambre, tener dudas de si no sería mejor estar en la casa, sumarle a este esfuerzo los problemas cotidianos, los históricos, la realidad de lo que sucede y por lo que caminamos, a veces resulta una combinación explosiva. 


Sale más fácil putear un compa, o se nos salen los prejuicios racistas, machistas, la burla pronta, el silencio resentido.  Sale mejor estar en el mismito grupo de siempre y no juntarse con los otros, más cómodo y sencillo. Pero así no se puede llegar al final, no podemos separarnos ahora, estamos obligadas a juntarnos. Y aunque estemos llenos de debilidades, prejuicios y errores, también somos personas con una voluntad fuerte que paso a paso avanza y tiene su meta: llegar a Tegucigalpa para manifestar nuestras propuestas; caminar para fortalecer nuestras luchas contra la lógica destructiva y sus armas. (Pese al agotamiento hay quien por las noches se anima a bailar un par de horas)   

Esta es sólo una caminata más en ese sentido, y la gente que no camina ahora siempre podrá hacerlo cuando sea su propio tiempo y  esperanza que le lleve a andar. Aunque no falta quién nos manda a trabajar, como si abundara el trabajo en Honduras, hay gran cantidad de gestos de solidaridad en el camino. Choferes de camiones que se paran para alcanzarnos zapatos, una chumpa, dinero, agua. La gente de las casas que nos dice adiós, que sonríe, que regala pastillas para los dolores musculares. 


Las niñas y los niños tan entusiasmados con sus risas nos inspiran, una se imagina a estos niños cuando adultos relaten a otras un día de su infancia en que vieron pasar una fila de gente asoleada y cansada pero  que gritaba bajo el sol: 


Y las ciudades modelo, Fuera.

La ley de minería es una porquería.

Que vivan las niñas y los niños de Honduras.

Libertad para Chavelo Morales.

Ni golpes de estado, ni golpes a las mujeres.

Quienes somos: sangre de Lempira



Para entonces muchas de nosotras ya no estaremos en estos territorios amados y nuestros huesos serán de nuevo parte de la tierra, sólo quedarán tal vez, sólo tal vez, algunos de nuestros pasos.    




Desde un camino, Honduras, marzo del 2013

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